Colombia
Detrás del fenómeno global que es J Balvin, hay una historia de amor incondicional: la de su madre, Alba.
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Por: Jennifer Paola Ramírez Cante
Creativa Digital
Desde Medellín, Alba Mery Balvin —mejor conocida como Albita— no solo es la madre del reguetonero J Balvin, sino también una figura crucial en la construcción de su carácter.
Su impacto en la vida del artista no se limita a lo emocional: fue guía, faro, crítica honesta y el cimiento de sus valores.
“Lo que menos quiero es tener un cartón que diga ‘Doctor José Álvaro Osorio’, quiero un hombre feliz”, declaró en una entrevista con RCN, dejando en claro que su prioridad nunca fue el éxito convencional, sino la plenitud de su hijo.
J Balvin, cuyo nombre de pila es José Álvaro Osorio Balvin, soñó con la música desde niño. Alba lo apoyó, pero no fue una madre complaciente. En una entrevista con Laura Acuña, confesó: “Yo era muy diferente al resto de las mamás, porque las mamás siempre ven a sus hijos perfectos, yo no puedo ser así”. Esa autenticidad, ese amor sin adornos, se convirtió en la brújula que orientó la vida del cantante.
Cuando su hijo decidió no estudiar medicina, Albita no lo frenó. Lo cuestionó, sí. Lo retó. Pero también confió. “Yo ya me soñaba con que me mirara el oído, que me arreglara la nariz”, cuenta entre risas en la entrevista.
Sin embargo, cuando Balvin afirmó que lo suyo era la música, su madre lo respaldó completamente.
Su intuición fue certera. Hoy, J Balvin es uno de los artistas latinos más reconocidos del planeta. Y en gran parte, eso se debe a la exigencia amorosa con la que su madre lo formó.
El impacto ha sido mutuo. Albita no solo moldeó al artista, también se transformó gracias a él. En 2020 se convierte en madrina de la ONU en la lucha contra la droga y el delito, y participa en campañas para apoyar a jóvenes con depresión y ansiedad.
“Yo creo que las mayores lecciones que he recibido son de los hijos, los hijos enseñan, hay que apoyarlos”, afirma.
Alba Balvin estudió cuatro años de citología, su sueño era ser médica. Aun así, nunca se arrepintió de haberse quedado en casa criando a sus hijos. “También valió la pena quedarme en casa”, reconoce. Pero no duda en decirles a las nuevas generaciones de mujeres: “No se queden en casa, pueden hacer las dos cosas a la vez”.
Con más de 40 años de matrimonio, también lanza una reflexión poderosa: “No podemos idealizar el matrimonio, no podemos idealizar nada en la vida. Lo perfecto no te enseña nada”.
En el relato de Alba Balvin hay un espejo en el que muchas madres pueden verse reflejadas: una mujer que soñó, que renunció, que apoyó y que exigió. Que no buscó perfección, sino autenticidad. Que entendió que ser madre es una tarea sin fin, pero también un privilegio inigualable.
“Cuando se pone todo el empeño, cuando se pone todas las emociones al servicio de un sueño, todos los resultados son buenos”, afirma.