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La cantante refuerza su seguridad tras la desaparición de Brian Jason Wagner, el hombre que intentó ingresar a su casa y que asegura falsamente ser padre de un hijo con ella.
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Por: Equipo de Redacción
Redacción Digital
Taylor Swift, una de las artistas más influyentes del planeta, recibió esta semana una noticia que le da un respiro: el Tribunal Superior del Condado de Los Ángeles le concedió una orden de alejamiento de cinco años contra Brian Jason Wagner, un hombre de 45 años acusado de acosarla de manera reiterada.
El fallo establece que Wagner deberá mantenerse a más de 90 metros de la intérprete de Shake It Off, de sus residencias, vehículos y lugares de trabajo. Además, la orden prohíbe que posea armas de fuego, municiones o chalecos antibalas.
La resolución llega tras meses de tensión, en los que el acusado intentó ingresar a la vivienda de Swift en Los Ángeles en varias ocasiones. En una de ellas, según los documentos judiciales, llegó con una botella de vidrio que la artista describió como un objeto que podría usarse como arma.
El caso ha llamado la atención no solo por la gravedad de los hechos, sino también por el nivel de obsesión del acusado. Wagner, originario de Colorado, llegó a modificar la dirección de su licencia de conducir para que coincidiera con la casa de Swift. También intentó redirigir su correspondencia, enviando señales de un patrón de acoso sistemático.
En declaraciones ante la corte, la cantante reveló que el hombre aseguraba falsamente que vivía con ella, que mantenían una relación sentimental y que incluso eran padres de un hijo en común. Todo esto, sin que Wagner haya mostrado pruebas y pese a las negativas rotundas de Swift y su entorno.
El equipo de seguridad de la artista confirmó que, incluso desde prisión, Wagner enviaba cartas y mensajes describiendo su “obsesión” con la estrella del pop. Tras su liberación, los intentos de acercamiento se intensificaron, pasando de correos electrónicos y mensajes intimidatorios a visitas físicas semanales frente a la residencia angelina.
Este no es el primer caso de acoso que enfrenta la cantante. Desde hace más de una década, Swift ha sido blanco de intrusiones, amenazas y obsesiones peligrosas. En 2014 solicitó medidas de protección contra un hombre que amenazó con dañar a su familia. Cuatro años más tarde, otro individuo fue arrestado tras seguir de cerca al padre de la artista en Texas y enviar mensajes en los que planeaba un ataque contra toda su familia.
En Nueva York y Rhode Island también ha tenido que reforzar la seguridad luego de intentos de intrusión. Estos antecedentes refuerzan la percepción de que la fama mundial trae consigo riesgos constantes para la privacidad y seguridad de las celebridades.
Aunque la justicia ya ha emitido una orden permanente, el caso no parece estar cerrado. En los últimos días, Wagner no ha respondido a las notificaciones judiciales ni ha sido localizado por las autoridades. Su paradero actual es desconocido, lo que ha generado un clima de incertidumbre en torno a Swift y su entorno más cercano.
Como respuesta, su equipo de seguridad ha reforzado protocolos: incremento de personal en sus propiedades, instalación de barreras físicas y coordinación directa con autoridades locales y federales. Incluso durante sus apariciones públicas, los accesos han sido modificados y se han implementado pantallas opacas para dificultar la visualización directa de la cantante.
La orden judicial permanecerá en vigor hasta septiembre de 2030, salvo indicación contraria del tribunal. En caso de incumplimiento, Wagner podrá ser detenido de inmediato y enfrentar nuevos cargos.
Para Taylor Swift, esta decisión representa un paso clave en la protección de su seguridad, pero también deja en evidencia un problema más amplio: el acoso constante que enfrentan las figuras públicas y las lagunas en la forma en que las autoridades logran contener a individuos con patrones de comportamiento obsesivos.
La artista, que actualmente combina su carrera musical con su relación mediática con el jugador de la NFL Travis Kelce, ha optado por no emitir declaraciones públicas sobre el caso. Sin embargo, los hechos hablan por sí solos: proteger su seguridad se ha vuelto tan crucial como su vida artística.
Taylor Swift, que a sus 35 años se ha consolidado como un ícono global de la música y la cultura pop, vive un capítulo más de su batalla contra el acoso. La nueva orden judicial le brinda un margen de tranquilidad, pero la desaparición de Wagner mantiene la alerta encendida. En medio de giras, grabaciones y la atención mediática que siempre la rodea, Swift sigue enfrentando un desafío fuera de los escenarios: resguardar su vida privada y preservar su seguridad ante la obsesión de quienes confunden la admiración con la invasión.