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Recordamos la profunda pasión que el papa Francisco tuvo por el fútbol. Detalles de su amor por San Lorenzo, anécdotas que perduran y la visión única del deporte rey que dejó como legado.
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Creativo Digital
La afición que el papa Francisco sintió por el fútbol fue bien conocida mundialmente durante su vida. Su corazón azulgrana, siempre fiel a San Lorenzo de Almagro, era una parte entrañable de su identidad.
Pero más allá de la icónica imagen del pontífice con la camiseta de su equipo, existieron detalles que revelaron una conexión aún más profunda con el deporte, una faceta que hoy recordamos con cariño.
La historia de Jorge Bergoglio con el fútbol nació en su infancia en Buenos Aires. Su padre lo llevaba al viejo estadio Gasómetro a ver jugar a San Lorenzo, sembrando una semilla que florecería durante toda su vida.
Esa pasión temprana se consolidó con el tiempo. Francisco no era un hincha cualquiera; fue el socio número 88.235N del club, un vínculo formal que mantuvo con orgullo hasta el final de sus días.
Para él, San Lorenzo representaba sus raíces, su barrio natal (Flores) y una parte importante de la cultura popular argentina que siempre llevó consigo.
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El papa Francisco veía en el fútbol valores que trascendían el campo de juego. Solía destacar la importancia del trabajo en equipo, la disciplina y la "gratuidad" que encontraba especialmente en el juego amateur.
Durante su pontificado, recibió a innumerables delegaciones deportivas en el Vaticano, desde estrellas mundiales hasta equipos de barrio. Siempre aprovechaba esos encuentros para dejar mensajes de paz y fraternidad.
Utilizó el lenguaje universal del fútbol de manera magistral para conectar con los jóvenes y promover incansablemente la cultura del encuentro.
Aunque recibía cientos de camisetas de equipos de todo el mundo, su corazón siempre permaneció con San Lorenzo. Guardaba estas camisetas como un gesto de cercanía con la gente que se las ofrecía.
En diversas ocasiones, llegó a comentar resultados o bromeó sobre la rivalidad futbolística, mostrando ese lado humano y cercano que tanto lo caracterizó.
Se sabía que prefería el recuerdo del juego de su niñez, aquel fútbol jugado con pasión en la calle o en los potreros, por encima del espectáculo mediático más moderno.
Era una pregunta frecuente durante su vida. El propio papa había mencionado en alguna ocasión que hizo una promesa personal de no ver televisión desde julio de 1990.
Aunque no se sentaba a ver los 90 minutos de los partidos, se mantenía informado de los resultados de su querido San Lorenzo y del mundo del fútbol a través de sus colaboradores cercanos.
Su agenda papal, siempre apretada, y su profundo compromiso con sus deberes primaron sobre la posibilidad de seguir los partidos en vivo.
La relación del papa Francisco con el fútbol fue una mezcla única de pasión personal, profundamente arraigada en su historia argentina, y el uso consciente del deporte como una poderosa plataforma para transmitir valores universales.
Nos dejó el recuerdo de un papa futbolero que entendió y valoró el poder del balón para unir al mundo, un legado que trasciende su partida.
Nunca fue uno más y siempre fue uno de los nuestros. Cuervo de niño y de hombre... Cuervo como sacerdote y Cardenal... Cuervo también como Papa... Siempre transmitió su pasión por el Ciclón: cuando iba al Viejo Gasómetro para ver al equipo del 46, cuando confirmaba a Angelito