
Colombia
La imagen del artista puertorriqueño tocando una estela prehispánica desató un debate nacional sobre el respeto al patrimonio cultural y la responsabilidad de las figuras públicas en espacios históricos.
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Por: Equipo de Redacción
Redacción Digital

Una imagen basta para abrir una discusión que trasciende redes sociales y alcanza a las instituciones culturales. Bad Bunny, uno de los artistas más influyentes del panorama musical actual, quedó en el centro de la polémica tras compartir en sus historias de Instagram una fotografía donde aparece colocando la mano sobre una estela prehispánica en el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México.
La escena, captada durante su visita del 17 de diciembre, no tardó en circular por distintas plataformas digitales. En cuestión de horas, el debate se instaló con fuerza: ¿hasta dónde llega la libertad de una figura pública dentro de un espacio cultural?, ¿qué tan protegidas están las piezas arqueológicas ante visitantes de alto perfil mediático?

Ante la creciente controversia, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) emitió un pronunciamiento oficial. La institución confirmó que Bad Bunny incurrió en una falta a los protocolos de conservación al tener contacto físico con la pieza arqueológica.
El INAH aclaró que durante todo el recorrido el artista estuvo acompañado por personal de custodia del museo. Al notar el contacto con la estela, los responsables de la vigilancia intervinieron de inmediato y le indicaron que no estaba permitido tocar las piezas. Tras la advertencia, el cantante retiró la mano sin objeciones.
Desde la institución se reiteró un mensaje que suele pasar desapercibido entre visitantes nacionales y extranjeros: ninguna pieza arqueológica puede tocarse, independientemente de que cuente o no con vitrina de protección.
El contacto humano, aunque parezca inofensivo, representa un riesgo real para los bienes patrimoniales. El sudor, los aceites naturales de la piel y otros residuos pueden provocar deterioros irreversibles en superficies que han sobrevivido siglos.
El INAH subrayó que estas normas no distinguen entre visitantes comunes o celebridades. Se trata de protocolos básicos de conservación que buscan preservar el valor histórico, simbólico y científico de cada pieza exhibida en museos y zonas arqueológicas del país.
La estela involucrada en el caso de Bad Bunny forma parte de un acervo que no solo pertenece a México, sino a la memoria colectiva de América Latina.
La visita al Museo Nacional de Antropología hizo parte de una agenda más amplia del artista en México. Tras cerrar su gira Debí tirar más fotos, el cantante recorrió distintos espacios culturales y populares del país.
Entre sus actividades se contaron visitas a la lucha libre mexicana y a la Casa Azul, museo dedicado a Frida Kahlo. Estas experiencias fueron compartidas de forma constante en redes sociales, reforzando su imagen cercana y curiosa frente a la cultura local.
Sin embargo, fue precisamente esa exposición digital la que amplificó el impacto del incidente en el museo, al convertir un momento breve en un tema de discusión nacional.
La polémica no solo apuntó al gesto del artista, sino al efecto multiplicador que tienen sus acciones. Cada imagen compartida por una figura de alcance global se convierte en un referente para millones de seguidores.
Especialistas y usuarios en redes cuestionaron si este tipo de publicaciones normalizan comportamientos que pueden poner en riesgo el patrimonio cultural. También surgieron preguntas sobre la vigilancia en museos y la percepción de un posible trato diferenciado hacia celebridades.
El INAH fue enfático en señalar que las reglas se aplican de forma uniforme, y que la intervención del personal ocurrió en el momento en que se detectó la falta.
El episodio reavivó el recuerdo de otras controversias recientes, como el caso del youtuber MrBeast en la zona arqueológica de Calakmul. En ese contexto, la Secretaría de Cultura anunció acciones legales tras la grabación de contenido en áreas restringidas y el uso indebido de drones y transporte aéreo.
Ambos casos evidencian un desafío constante para las instituciones culturales: equilibrar la promoción del patrimonio con su protección frente a visitantes de alta exposición mediática.
Hasta el momento, el INAH no ha informado sobre sanciones formales contra Bad Bunny. La institución indicó que el incidente se resolvió en el lugar con la intervención de la custodia del museo.
El artista, por su parte, no ha emitido declaraciones públicas adicionales sobre lo ocurrido. La conversación, sin embargo, continúa activa en redes sociales y espacios de opinión.
Más allá de la polémica, el llamado del INAH funciona como un recordatorio colectivo. Los museos no son solo escenarios fotográficos ni fondos para contenido digital. Son espacios de memoria, conocimiento y responsabilidad compartida.
El episodio con Bad Bunny vuelve a poner sobre la mesa una idea clave: el patrimonio cultural no se toca, no se improvisa y no se adapta a la fama. Se respeta, se cuida y se transmite intacto a las generaciones que vienen.